La base de mis servicios siempre ha sido el resultado.

Mientras más claro el resultado,

más fácil la decisión.

Más alta la conversión.

Pero hay algo que no te dicen tan fácil:

No todos buscan el mismo resultado.

Algunos quieren todo el paquete.

Otros solo una parte.

Y cuando entendí eso, solté la asunción

y activé algo mucho más útil: la curiosidad.

Empecé a preguntar.

A escuchar de verdad.

A entender qué quería lograr *esa* persona en específico.

No lo que yo asumía.

No lo que dice el mercado.

Lo que esa persona tenía en mente y aún no había conseguido.

Y ahí fue cuando todo cambió.

La conversación ya no se trataba de mi servicio.

Se trataba del cliente.

De lo que sabía que podía lograr.

De lo que le estaba frenando.

Y de cómo lo que yo ofrezco podía ser el puente entre ambos puntos.

Así que dejé de convencer.

Y me enfoqué en apoyar.

Desde entonces, muchas de mis llamadas terminan con algo así:

“¿Tienes alguna otra pregunta?” —pregunto yo.

“Sí, ¿cómo puedo trabajar contigo? ¿Qué necesito para entrar?” —me responden.

Y por eso siempre digo:

La base de un servicio no es lo que haces.

Es el resultado que se crea cuando alguien decide que tú eres la persona.

Si sientes que te esta costando convertir sin sentir que tienes que convencer todo el tiempo…

Haz esta pregunta la próxima vez que hables con un cliente:

“¿Qué estás buscando lograr que ahora mismo se siente fuera de tu alcance?”

Escucha con atención.

Esa respuesta vale más que cualquier pitch.

______

Happy experimenting,

Karla Massiel

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