Cuenta la historia que la gran pianista Clara Haskil, (pianista rumana, nacida en 1895 y considerada una de las intérpretes más sensibles de Mozart) cuando no tenía piano en casa, se iba a ensayar al… cementerio.

Sí, entre tumbas y cruces, sentada frente a un teclado imaginario.

Movía los dedos sobre la lápida de piedra como si estuviera tocando Mozart.

La gente la miraba raro.

Pero ella sabía algo que los demás no:

La constancia no pide permiso.

No importa dónde estés.

No importa si te miran como a un loco.

Lo único que importa es que practiques.

Ahora dime:

¿De verdad tu excusa es que no tienes tiempo?

¿O que los vecinos se quejan?

¿O que “ya no tienes edad”?

Déjame que te diga, que el piano no espera a nadie.

Y mucho menos tu sueño de tocarlo.

Por eso hoy te digo que si realmente quieres empezar, lo hagas de una vez.

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No lo pienses demasiado.

Porque mañana ya será tarde.

Pasa un gran Domingo,

Javi

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