Ya ha llegado ese momento del año en que la mayoría de las personas se toman unas vacaciones. Un descanso, una ruptura del ritmo cotidiano.

Días largos, buen tiempo (aunque a veces sea demasiado caluroso), baños en el mar, paseos en la montaña, largas cenas con la brisa de la noche…

Para la mayoría de personas es un buen momento del año. Y en estas condiciones, suele ser más fácil permanecer en calma.

Pero lo verdaderamente maravilloso y mágico es ser capaz de seguir en calma en el ajetreo cotidiano.

Había una película argentina de hace unos años titulada Un Buda.

 El protagonista se había iniciado en la meditación. De hecho era su sentido de la vida. Meditar.

En una escena, va con los amigos a una discoteca. Ya sabes, la típica discoteca: música alta, luces estroboscópicas, muchísima gente….

Y en mitad de ese barullo, se sienta en medio de la pista y se pone a meditar. En breves instantes queda tan inmerso en su estado que ya no es consciente de nada de lo que está a su alrededor. 

Ahí, sentado en el bullicio, con su sonrisa búdica.

Ese es uno de los objetivos del mindfulness. 

No que te ilumines como el protagonista de la película, pero sí que seas capaz de crear una oasis de calma en cualquier momento y lugar.

Que puedas disparar ese estado de bienestar que necesitas en medio de la situación que sea. 

Que vivas el día  a día más tranquilamente.

Que rebajes los niveles de estrés.

Que aumentes los niveles de concentración.

En definitiva, que estés más tranquilo, sosegado y feliz.

Y paradójicamente, el verano es una buena ocasión para hacerlo. Tienes más tiempo, no has de ir corriendo de un lugar para otro, tu mente está más vacía de problemas. 

Cuando ya estás en un estado relajado, es más sencillo empezar a practicar Mindfulness. La diferencia entre el estado que tienes y el que quieres conseguir no es tan grande.

No hay que forzar tanto la máquina. Todo fluye de una manera más natural.

Puedes pensar, ya ya, pero es que ahora estoy tranquilo. ¿Para qué complicarme?

Para tener la habilidad adquirida cuando no lo estés tanto. Para poderte sentar en mitad de la pista de baile que es la vida cuando sea necesario.

Para tener esa inercia ya en marcha cuando vuelvas a lo cotidiano.

Empieza ya. Nunca sabes cuándo lo vas a necesitar. 

Nos leemos en breve!

Mertxe

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