Esto pasó en una gala benéfica en Nueva York, hace ya algunos años.

Kanye West —rapero, productor y experto en liarla donde va— subió al escenario sin avisar, interrumpiendo a Alicia Keys, (ya te conté su historia el viernes pasado) mientras ella interpretaba una de sus baladas al piano.

Él, con toda la cara del mundo, intentó convertirlo en una colaboración improvisada.

Solo que Alicia no es de las que se deja pisar ni una semicorchea.

Dicen los testigos que le clavó una mirada que habría hecho llorar al mismísimo Chopin... bajó la tapa del piano de un portazo elegante, y soltó al micro:

“Este piano no es de nadie.

Pero esta canción sí.”

¡Toma ya!

Kanye se retiró como los gatos: 

con el rabo entre las piernas y sin hacer mucho ruido.

Lo bonito de esta historia no es solo el salseo.

Es que el piano te da poder. 

Te da presencia.

Te conecta contigo.

Y cuando lo haces desde ahí, ni un loco con ego del tamaño de un estadio te saca del sitio.

Así que tú decide hoy:

¿Vas a dejar que la vida (o los Kanye Wests que se crucen) te saquen del piano?

¿O vas a sentarte con intención, con ganas, con ese “aquí estoy yo” que tanto gusta al piano?

Si es lo segundo, ya sabes que tengo un plan para ti:

👉🏼Descúbrelo aquí a precio de lanzamiento hasta el día 27 después, sube.

Con método real, sin humo, y sin necesidad de pelearte con divos en directo.

Pasa un maravilloso día,

Javi

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