Pues resulta que en 1987, Billy Joel (autor de la icónica canción El hombre del Piano) estaba en la Unión Soviética dando un concierto histórico.

La sala estaba llena… pero el público parecía de cartón: quieto, serio, sin moverse.

Claro, en la URSS de aquella época, (en plena Guerra Fría, ojo), un concierto de rock era casi un acto político. 

La gente no estaba acostumbrada a gritar o bailar.

Billy, intentando conectar, tocaba con toda la energía posible.

Pero entonces… 

al equipo de luces se le ocurrió encender los focos hacia el público para que la transmisión saliera más “bonita”.

¿El problema?

Que aquello cegaba a la gente y la ponía más incómoda.

Hasta que, en mitad de Sometimes a Fantasy, Billy paró en seco, pegó un portazo a la tapa del piano y gritó al micro:

“¡Apagad esas malditas luces! ¡Quiero verles la cara, no asustarlos!”

Y como broche final… tiró una silla del escenario.

Luego volvió a sentarse y siguió tocando como si nada.

El resultado: la gente se soltó, y el concierto terminó siendo una fiesta épica.

💡 Moraleja:

A veces, para conectar de verdad con lo que tocas y con quien te escucha, tienes que quitarte de encima todo lo que sobra.

Menos luces, menos miedo, menos presión.

Más música, más autenticidad.

Y si quieres aprender a tocar así, con menos perfeccionismo inútil y más corazón...

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Pasa un gran día,

Javi

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