🎹 El día que la cagué y lo que aprendí de eso
Oct 15, 2025 9:11 am
Durante años pensé que tocar bien el piano era no fallar nunca.
Cada nota tenía que ser perfecta, cada tempo clavado al milímetro.
Y claro, el resultado era previsible: frustración, tensión en los hombros… y cero disfrute.
Hasta que un día, en medio de una actuación, la cagué.
Unas notas fuera de sitio, de esas que se oyen hasta en Marte y que hacen girar cabezas en un auditorio.
Y, en lugar de parar, improvisé.
Hice un gesto tipo “sí, esto forma parte del show”, metí una nota de más, sonreí… y seguí.
Y ¿sabes qué?
Sonó mejor.
Más vivo.
Más humano.
Ese día aprendí algo que ningún método “serio” te cuenta:
Tocar bien no es no fallar.
Tocar bien es no dejar de disfrutar aunque falles.
En el Capítulo 2 (páginas 10–14) de La Guía Práctica del Imperfecto Pianista, hablo precisamente de esto:
De cómo la obsesión por el control te aleja de la música;
y de por qué aprender a reírte de tus errores puede ser el mejor entrenamiento que hagas nunca.
Mucha mejor terapia que diez horas de técnica seca.
Si llevas tiempo dándole al piano y sientes que cada fallo te frustra más que un político con micrófono abierto, este libro te va a sentar como un masaje en los dedos y puede ayudarte a liberar esa presión absurda.
¿Cómo?
Con ejecicios y retos en cada capítulo, historias y anécdotas de grandes pianistas que también la cagaron en su día.
Para que te sirvan de inspiración, y aprendas de las imperfecciones que los hacían únicos.
Hasta el domingo puedes llevártelo con dos regalitos.
Pasa un estupendo día
Javi
P.D.1. Recuerda: El público no aplaude tus notas perfectas, aplaude lo que les haces sentir.
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