Mira…

Te vas unos días.

Al pueblo. A la playa. A casa de los suegros.

O simplemente te quedas por ahí, pero sin tu piano.

Y ya sabes lo que viene:

Te pican los dedos, te ronda una melodía en la cabeza…

y te toca practicar sobre la mesa del comedor con cara de 🫠

No es broma.

Esto me lo dijo un alumno el año pasado:

—“Javi, practiqué el Hanon sobre el capó del coche. Literal.”

Así que hoy vengo a ahorrarte el espectáculo.

Porque hay dos pianos que te puedes llevar en la mochila sin montar un drama (ni hipotecar la casa):

🎹 Opción 1 – Para hacer el apaño:

Un piano plegable, ligero, sin contrapeso, ideal para practicar escalas, digitación, y no perder el contacto con las teclas.

No es un Yamaha o un Roland pero oye… cumple.

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🎹 Opción 2 – Para los más exigentes:

Un modelo más completo, también plegable, con tecla semicontrapesada, ideal para quienes no quieren renunciar a la sensación algo más “real” de piano, aunque estén en una casa rural con WiFi por señales de humo.

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Vacaciones, sí.

Desconectar, también.

Pero dejar de tocar… eso ya no cuela.

Y recuerda que tocar un poco cada día es mucho mejor que tocar todo de golpe el domingo por la noche mientras cueces los garbanzos para el tupper del lunes.

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Un abrazo, y pasa unas vacaciones con ritmo,

Javi

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